En 1958 Domenico Modugno ganó el Festival de Sanremo con una canción que ya se quedaría en la memoria musical de muchas generaciones. Parecía dar el pistoletazo de salida a aquellos años dorados del miracolo italiano, la Dolce Vita, la Olimpíada de Roma...
Ah, muy bonito... Pero, ¿esto no es un blog de pintura? ¿Qué tiene que ver esta canción con la pintura? Pues su inspiración: Según contaría Franco Migliacci, letrista de la misma (y de otras tan populares como el Tintarella di luna), la idea le surgió tras un enfado y viendo reproducciones de cuadros de Marc Chagall, en especial Le Coq Rouge. Aunque luego viniera Modugno y la dulcificara bastante (la "ñoñificara", vamos...), la intención primera fue la de contar lo maravilloso que sería poder volar dejando atrás el mundo, sus problemas y sus habitantes... En todo caso, no me digan que Vds. no la han cantado alguna vez...
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